Había una vez una princesa llamada Blanca. Vivía en un
castillo y estaba harta de no poder salir porque sus padres no la dejaban. Por
eso, un día se cansó y le dijo a su padre que saldría a la calle. Se quitó el
vestido largo y se puso un chándal. Al salir a la calle, todos los vecinos la
miraban y se extrañaban que la princesa saliese así vestida. La joven se acercó
a los humildes vecinos a preguntarles cómo estaban y si necesitaban algo. Los
vecinos, con miedo, no sabían qué responder. Pero la chica sólo con mirar sus
caras y sus casas, se dio cuenta de la necesidad tan grande que estaban
padeciendo y les regaló dinero, para comprar comida y arreglar sus
hogares. Al volver al castillo, la joven princesa pudo dormir mejor al sentir que
había hecho feliz a muchos vecinos que sufrían tanta pobreza.
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